Descubre la transformación de un edificio de oficinas construido en 1984 a un oasis urbano donde la arquitectura, el diseño y la construcción sostenible se encuentran para hospedarte. Se conserva 90% de la estructura original del edificio y la construcción reciclada se abre al movimiento, la transversalidad y la fluidez.
79bogotá se nutre de una fuente de luz natural permanente — el jardín interno — así como visuales urbanas privilegiadas: el atardecer bogotano en el costado occidental del edificio y el sol de la mañana en el costado oriental. La iluminación complementa cada detalle, desde las lámparas en palma de iraca hasta los tapetes en fique, y el arte a base de índigo.
Deleita ante la vista de más de 50 especies de plantas que te dan la bienvenida a la entrada del edificio, en cada balcón de cada apartamento, y en el patio jardín — incluyendo el caucho sabanero y el caballero de la noche, árboles nativos que crecen desde el corazón del jardín.




Celebramos el arte de Ángela Jiménez Pérez (Bogotá, 1960), cuyas obras en trazos orgánicos con tonalidades propias del índigo y añil narran un poema gráfico que fluye a través de 79bogotá. Utilizando cañas, maderos, piedra y la tierra para la tapia pisada en Barichara (Santander), Ángela rescata la producción artesanal del añil en esta región, un pigmento natural cuya producción declinó hasta casi desaparecer con el desarrollo de pigmentos sintéticos. La obra de Ángela dialoga con cada rincón de 79bogotá.
Colaboramos con una planta de cristalería artesanal en Bogotá que produce su cristal a partir de materiales 100% reciclados. La planta trabaja en pequeña escala desde la recolección o recepción del vidrio — frecuentemente por recicladores callejeros que habitan las calles de Bogotá y que viven del reciclaje informal—hasta el proceso de descomposición y luego fundición para la creación del cristal nuevo. El producto final son los vasos, copas, floreros, y demás cristal que usas en 79bogotá.






Con bordados manuales en cobre, cada tapete es tejido en palma de fique y lleva entre 1000 y 1500 hilos. Tanto su diseño como su tejido en telares verticales representan una tradición artesanal de una familia del municipio Pesca (Boyacá), quienes han trabajado la palma de fique por más de 30 años, y continúan esta labor en un pequeño taller familiar en Bogotá.
Las lámparas son tejidas en palma de iraca por artesanos en el sur del departamento de Nariño, cerca a la frontera con Ecuador. Esta palma abunda en la región del pacífico colombiano y requiere de un proceso de extracción de la fibra delicado y completamente manual que, así como el trabajo de la palma de fique, mantiene viva una labor tradicional que conversa con la tierra.








Los pads de escritorio en cuero son producto de una labor familiar que empezó en el campo colombiano, en el departamento de Arauca y luego en Yopal, y llegó a un taller pequeño con aproximadamente cinco artesanos en Bogotá. El taller lleva operando 25 años en Bogotá y cuenta con la certificación PaisSana, otorgada a emprendimientos que visibilizan oficios del campo afectados por el conflicto armado en Colombia.
Este trabajo en cuero busca crecer en torno a la economía circular: el cuero es de curtido sostenible y vegetal y reduce la contaminación de fuentes hidráulicas. El proceso de trabajo es manual, con las costuras de los acabados en máquina y el detalle final del sello 79.
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